Hacia años que no olia el calor ahumado de las brasas en las escuelas de escalada. Olores de antaño, de cuando uno se calentaba por la noche a pie de hoguera y frente a las vías, y cuando despertar suponía calentar los calcetines frente al rescoldo y sobre las piedras calientes, antes de enfundartelos para ir a coger el agua del primer café del día con los amigos.
Y después llegaría un día de sensaciones infinitas en la sierra.
Ahí estabamos todos, disfutando de dos dias de lujo en tu pueblo...



